Resumen: Costa Rica es conocida mundialmente por su biodiversidad. Lamentablemente, esta es constantemente impactada por actividades humanas, que también repercuten, a distintos niveles, en la salud pública y ambiental. Una de las últimas amenazas en ser reconocidas, pero de enorme importancia para la supervivencia de los seres humanos y para las economías de los países, es la resistencia a los antimicrobianos, entre los que se encuentran los antibióticos (Qiao et al., 2018; Ventola, 2015). Fue registrada, primeramente, en centros hospitalarios, pero luego se determinó que los ecosistemas naturales también están siendo alterados de maneras insospechadas.
En el país, la ausencia de una visión integral de los recursos naturales y la gestión aleatoria y desarticulada han impactado fuertemente los ecosistemas naturales y artificiales, lo que repercute, a distintos niveles, en la salud pública y ambiental (MIDEPLAN, 2014). Por ejemplo, el manejo inadecuado de residuos líquidos y sólidos de las producciones agropecuarias amenaza la calidad del agua por el riesgo de contaminación con efluentes contaminados con antibióticos y ARGs, que además facilita el surgimiento de agentes infecciosos resistentes a estas sustancias. Esto es alarmante si se considera que, en 2009, el Servicio Nacional de Salud Animal (SENASA) tenía registrados 473 tipos de familias o grupos de antibióticos para uso en medicina veterinaria (Rojas Martínez, 2009) y que muchos de esos productos se utilizan también en agricultura (Rodriguez et al., 2006).
La acumulación continua de antibióticos en el ambiente altera la ecología de las comunidades microbianas (Daughton & Ternes, 1999) y promueve la selección de bacterias resistentes al eliminar todas las que no lo son. Esto modificaría las condiciones de salud de los animales silvestres y del hábitat “natural” en el que se encuentran. Por ello, resulta preocupante el hallazgo de una considerable concentración de ARGs en jaguares y pumas de los parques nacionales Br  |